Baltazar Porras. Cardenal y ex presidente de la Conferencia
Episcopal de Venezuela
*** El cardenal venezolano considera que la situación en el país ya es
irreversible y que la continuidad del régimen chavista solo traerá más
represión y pobreza
FRANCESCO MANETTO
El País. España
Caracas 14 FEB 2019 -
14:16
El cardenal venezolano Baltazar Porras (Caracas, 74 años) es
una de las máximas autoridades de la Iglesia católica en América Latina.
Expresidente de la Conferencia Episcopal de Venezuela, el pasado julio fue
designado por el papa Francisco como administrador apostólico de la
archidiócesis de Caracas. Porras, crítico con el chavismo desde sus inicios,
recibe a EL PAÍS en la parroquia Corazón de María del municipio de Chacao horas
después de conocerse la carta que Jorge Bergoglio envió a Nicolás Maduro para
reprocharle su actitud ante el diálogo. Recuerda el día que, tras el intento de
golpe de Estado de 2002, le llamó Hugo Chávez para pedirle su resguardo y cree
que una negociación con la oposición solo sería viable tras la salida de la
actual cúpula del poder.
Pregunta. ¿Qué
está pasando en Venezuela? ¿Cuál es su lectura del giro que se dio con la
proclamación de Juan Guaidó?
Respuesta. La
nueva toma de posesión [de Maduro] significa un quiebre, la ilegitimidad de
todo el proceso que se ha dado en estos últimos años, que ha sido señalada
tanto por fuerzas políticas como por instituciones internacionales. Una
ilegitimidad jurídica que tiene que ver con lo constitucional, pero para
nosotros como Iglesia la ilegitimidad moral reprobable es el ejercicio del
poder, que está hecho para el bienestar y el progreso y ha sucedido todo lo
contrario. El Gobierno ha creado un poder paralelo, que maneja todo, lo cual
indica que el interés no es la gente, sino sencillamente el poder. Solo se
favorece para muchas cosas a quien tiene el carné de la patria, a quien se
identifica con el poder.
Esto generó una inquietud y con la elección de la nueva
directiva de la Asamblea Nacional surgieron casi de la nada estas
manifestaciones multitudinarias con unas características muy particulares. Han
sido sobre todo los sectores populares de todo el país los que han manifestado
su descontento, que tiene que ver con el hambre, con la necesidad de las cosas
más elementales. Y eso ha generado una represión sobre todo de los sectores
populares. Casi un outsider ha despertado en la población un signo de
esperanza.
P. El foco ahora
está en la ayuda humanitaria.
R. Esta situación
en torno a la ayuda humanitaria pone en evidencia una carencia, que ha sido
negada sistemáticamente por el régimen; es decir, que aquí no falta nada. Las
carencias en el interior del país son crónicas desde hace años, no se deben a
las sanciones. Se ha despertado la necesidad de que aquí no hace falta un
cambio cosmético, sino un cambio estructural. Y va unido a algo bien importante,
que el quiebre de la confianza y de la credibilidad de los organismos del
Estado es muy grande. Todas estas marchas ponen en evidencia otro aspecto, yo
creo positivo, que la inmensa mayoría del pueblo venezolano quiere una salida
pacífica, lo menos traumática posible, porque qué ganamos con muertos.
P. El Gobierno
teme una intervención y recurre a una retórica militar, bélica.
R. En todo se
utiliza un vocabulario de guerra, vocabulario militar, aquí estamos en una
guerra económica, hay una invasión que está por llegar y tenemos que armarnos
para defendernos. Las heridas de la guerra siempre son mucho más difíciles de
sanar. Hay que forzar cualquier tipo de salida pacífica, de negociación. El
problema es que en las experiencias que ha habido en estos últimos años, la
palabra diálogo en Venezuela está proscrita, y es casi un insulto hablar de
diálogo porque los mecanismos que se han usado en el pasado sencillamente han
servido para dilatar.
P. ¿Qué opinión
le merece la carta del Papa?
R. Si es cierto
lo que ha salido, es una evidencia, es una verdad a gritos. No es ningún
secreto que ha habido una serie de ofrecimientos y el más evidente fue el que
se hizo cuando de buena voluntad el Papa apoyó los diálogos de 2015 y 2016 que
fueron una burla, que fue lo que dio pie a la carta del cardenal Parolin del 1
de diciembre de 2016 que no ha tenido ninguna respuesta. Si se hubiera dado en
aquel momento hubiera podido ser hasta con el Gobierno del régimen actual,
mientras que en este momento es tal el quiebre de la confianza y de la
credibilidad que cualquier intento que se quiera hacer con el mismo staff que
hay es prácticamente imposible porque todos los organismos del Estado están
secuestrados por el Ejecutivo.
P. ¿Qué cree que
pasará con las Fuerzas Armadas?
R. Se van dando
una serie de pasos. Nadie puede actuar en contra de su conciencia y menos si la
orden que se le da es para que mate a otro. En 2002, fue el presidente quien
pidió nuestra intermediación para resguardar su vida. Y el mismo presidente
cuando me llamó me dijo: ‘Perdone todas las barbaridades que he dicho de usted,
¿pero está dispuesto a resguardarme la vida?’. Pues sí. Aquí no es la bolsa o
la vida, sino que tiene que ser otra ecuación.
P. ¿Cree que
debería haber diálogo con el chavismo?
R. Indudablemente
que sí. No se trata de quitarte tú para ponerme yo. Cuando nos preguntan
¿ustedes de la Iglesia están con Maduro o con Guaidó? No, no estamos con
ninguno de los dos. Estamos con la gente. Y en estas marchas no está gente que
se identifica solo con un sector. Hay que abrir espacios para un trabajo en
común, con un espíritu de reconciliación. Por eso el favorecer esta transición
no es una hoja firmada en blanco, primero estamos para que se cumpla la
Constitución. La pérdida casi total de institucionalidad en el país hace que la
institución que se ha mantenido más cohesionada probablemente sea la Iglesia
católica.
P. ¿Qué falló en
los últimos intentos de acercamiento?
R. En cualquier
proceso de diálogo hay que poner algo sobre la mesa, los problemas reales. Y
esto nunca se vio. En todos los intentos que ha habido, este régimen siempre
llama al diálogo cuando siente que el agua le está llegando al cuello, y cuando
le baja un poquito ya se le olvida. En la intermediación del Vaticano fue
manipulado el proceso y no se llegó a nada. En el último encuentro oficial del
papa Francisco con Maduro, hizo ofrecimientos que no cumplió. Este régimen
siempre busca conversar con sus aliados de afuera, esos amigos neutrales como
en Uruguay. Y con los que estamos aquí dentro, quemándonos las pestañas, no se
conversa en absoluto. Se quiere negar todo, lo cual ha sido uno de los defectos
de este régimen desde el comienzo, no darle paso al otro. Esto lo que genera más
bien es un abismo en la población.
P. ¿Cuál es el
escenario más probable a corto plazo?
R. Estamos ya en
una situación que es irreversible. Irreversible no quiere decir que gane una u
otra parte. Si este régimen se consolida ciertamente será para mayor represión
y para mayor pobreza. Está esa ventanita abierta de una realidad que pueda ser
distinta. Al ser irreversible en la medida de que quede más en evidencia quién
está a favor de la dignidad humana y de poder vivir en paz, y que haya la
suficiente sensatez para poder, digamos, negociar. Aquí no se trata de eliminar
a todo el mundo, pero el régimen se mantiene porque tiene el apoyo militar. Y
estas personas también tienen familias, padecen los mismos males que otros.
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