“DON BOSCO NOS NECESITA”
AMBIENTACIÓN.
Cuando el Oratorio de Don Bosco crecía y acudían cada vez más chicos, Don Bosco se dio cuenta de que él no podía llegar a todos. Entonces tuvo una intuición genial: los jóvenes más comprometidos serán los apóstoles de los mismos jóvenes...
Nosotros somos los más indicados para traducir el Evangelio al lenguaje de nuestros jóvenes, con nuestro testimonio de palabra y obra.
Hoy sigue siendo realidad el descubrimiento de Don Bosco: nosotros, salesianos y salesianas, educadores en la fe, podemos ser como él; con nuestra alegría y entusiasmo podemos convertirnos en los mejores colaboradores de su obra: ayudar a los jóvenes a crecer como personas y como cristianos.
SALMO DE UN CORAZÓN FELIZ
(A DOS COROS)
¡Aleluya, Señor! Guárdame pues tú eres mi refugio.
¡Aleluya, Señor! Acógeme pues tú eres mi casa y mi tienda.
¡Aleluya, Señor! Protégeme, pues tú eres mi escudo en la pelea.
Yo digo de todo corazón: Tú eres mi Señor, el Dios de la vida.
Yo digo en mi corazón: tú eres mí bien y fuera de ti no hay nada.
Me uno a los que creen en ti y te digo: Te adoro, Señor.
Me uno a los que esperan en ti y te digo: Espero en ti, Señor.
Me uno a los que aman de corazón y te digo: Te amo, Señor.
Dichoso el hombre que cuenta contigo.
Tú eres, Señor, el Todo de mi existencia, la plenitud de mi vida.
Las cosas que busco, Señor, fuera de ti, son polvo y basura.
Mi vida es para ti, mi Bien y mi Todo: ¡Te pertenece!
Mis ilusiones y mis utopías están puestas en tus caminos.
Tú eres el Dios que salva, porque tu nombre es Amor sin medida.
Dichoso el hombre que cuenta contigo.
Tú caminas a mi lado y guías el sendero de mi vida; tú estás en medio de mi existencia y me hablas al corazón con ternura.
Contigo me siento seguro y la marcha se hace ligera.
Mi corazón se me alegra y mis entrañas saltan de gozo, me siento feliz como una gaviota volando en libertad.
Dichoso el hombre que cuenta contigo.
Mi corazón descansa, se siente junto a ti satisfecho; tu Espíritu me conduce a la verdad plena y me siento libre; tu amor, constante como una ola, da seguridad a mi vida; y tu rostro, como sol de mediodía, inunda de luz mis pasos.
Dichoso el hombre que cuenta contigo.
Enséñame, Señor, el camino de la vida y dame el don de vivir; tu rostro esté siempre presente a lo largo de mis noches y mis días y hazme gozar en lo interior de mi ser tu amor verdadero.
Eres mi delicia, eres mi esperanza; eres mi tesoro, eres mi bien; soy feliz contigo y salto de gozo como un cervatillo en la montaña.
Alegra siempre mi corazón, oh Dios de la fiesta y la danza; alegra mi corazón joven que busca en ti su mirada.
Dichoso el hombre que cuenta contigo.
SALMO 22
El Señor viene, él es nuestro pastor,
él nos lleva a verdes praderas y repara nuestro caminar cansado.
Con nuestras manos y las manos de los que compartirán nuestra misión,
las ovejas reconocerán a su pastor.
Ant.: El señor suscito a san Juan Bosco, pastor y guía de los jóvenes
El Señor es mi pastor, nada me falta:
en verdes praderas me hace recostar;
Me conduce hacia fuentes tranquilas
y repara mis fuerzas;
me guía por el sendero justo,
por el honor de su nombre.
Aunque camine por cañadas oscuras,
nada temo, porque tu vas conmigo:
tu vara y tu cayado me sosiegan.
Preparas una mesa ante mí,
enfrente de mis enemigos;
me unges la cabeza con perfume
y mi copa rebosa.
Tu bondad y tu misericordia me acompañan
todos los días de mi vida,
y habitaré en la casa del Señor
por años sin término.
LECTURA DE DON BOSCO
José Buzetti fue un salesiano ejemplar que estuvo siempre con Don Bosco, pero hubo una vez en la que pensó dejar sólo a Don Bosco. Nosotros, a nuestra manera, también estamos con Don Bosco. ¿Somos capaces de serle fiel durante todo el tiempo?
Se buscó un trabajo en Turín y fue a despedirse de Don Bosco.
Con su acostumbrada franqueza le dijo que ya se estaba convirtiendo en la última rueda del carro, que le tocaba obedecer a los que él había visto llegar de niños, a los que había enseñado a limpiarse los mocos.
Manifestó su gran pena por tener que marcharse de aquella casa que había visto levantarse, desde los días del sotechado.
Don Bosco no le dijo: “Me dejas solo. ¿Cómo me las apañaré sin ti?”
No tuvo compasión de sí mismo. Pensó en él, en su amigo más querido: “¿Ya has encontrado trabajo? ¿Te pagan bien? No tienes dinero y ciertamente te hará falta para los primeros gastos”.
Abrió los cajones de la escribanía: “Tú conoces, mejor que yo, estos cajones. Toma lo que te falta; si no alcanza, dime cuánto necesitas y lo buscaré. No quiero, José, que tengas que padecer ninguna privación por mí”.
Le miró después con aquel amor que solamente él tenía para sus muchachos: “Nos hemos querido siempre. Espero que no me olvides nunca”.
Entonces Buzetti estalló en llanto. Lloró largo rato, y dijo: “No, no quiero dejar a Don Bosco. Me quedaré siempre con él”.
BOSCO, T., “Don Bosco, una biografía nueva”, pg. 278-279.
LECTURA EVANGÉLICA
(LC 5, 1-11)
Estaba él a la orilla del lago Genesaret y la gente se agolpaba sobre él para oír la Palabra de Dios, cuando vio dos barcas que estaban a la orilla del lago.
Los pescadores habían bajado de ellas, y lavaban las redes.
Subiendo a una de las barcas, que era de Simón, le rogó que se alejara un poco de tierra; y, sentándose, enseñaba desde la barca a la muchedumbre. Cuando acabó de hablar, dijo a Simón: - «Rema mar adentro, y echad vuestras redes para pescar.»
Simón le respondió: - «Maestro, hemos estado bregando toda la noche y no hemos pescado nada; pero, en tu palabra, echaré las redes.»
Y, haciéndolo así, pescaron gran cantidad de peces, de modo que las redes amenazaban romperse. Hicieron señas a los compañeros de la otra barca para que vinieran en su ayuda. Vinieron, pues, y llenaron tanto las dos barcas que casi se hundían.
Al verlo Simón Pedro, cayó a las rodillas de Jesús, diciendo: - «Aléjate de mí, Señor, que soy un hombre pecador.» Pues el asombro se había apoderado de él y de cuantos con él estaban, a causa de los peces que habían pescado. Y lo mismo de Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que eran compañeros de Simón. Jesús dijo a Simón: - «No temas. Desde ahora serás pescador de hombres.»
Llevaron a tierra las barcas y, dejándolo todo, le siguieron.
REFLEXIÓN PERSONAL
- ¿Quién es Don Bosco para mí?
- ¿En qué forma concreta estoy dispuesto comprometerme con él?
ORACIÓN FINAL
Señor, Tú que has hecho de Don Bosco un padre y un maestro de la juventud, que, con el auxilio de María, hizo de su vida un proyecto de salvación para los jóvenes; danos también a nosotros esa fuerza infatigable y ese mismo amor que nos impulse a entregarnos al bien de los que nos rodean, especialmente a los jóvenes más pobres. Te lo pedimos por Jesucristo, nuestro Señor.
AMEN.
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