COMO
DON BOSCO, CON LOS JÓVENES Y PARA LOS JÓVENES
CARTA
DEL SANTO PADRE FRANCISCO
al
Reverendo Padre Ángel Fernández Artime
Rector
Mayor de los Salesianos
en el
bicentenario del nacimiento de san Juan Bosco
Está viva en la Iglesia la memoria
de san Juan Bosco, en cuanto fundador de la Congregación salesiana, de las
Hijas de María Auxiliadora, de la Asociación de los Salesianos Cooperadores y
de la Asociación de María Auxiliadora, y como padre de la Familia Salesiana de
hoy.
También está viva en la Iglesia su memoria como santo educador y pastor de
los jóvenes, que ha abierto un camino de santidad juvenil, que ha ofrecido un
método de educación que es al mismo tiempo una espiritualidad, que ha recibido
del Espíritu Santo un carisma para los tiempos modernos.
En el bicentenario de su nacimiento
he tenido la alegría de encontrar a la Familia Salesiana reunida en Turín, en
la Basílica de María Auxiliadora, donde reposan los restos mortales del
Fundador. Con este mensaje deseo unirme nuevamente a vosotros en la acción de
gracias a Dios; al mismo tiempo, deseo recordar los aspectos esenciales del
legado espiritual y pastoral de Don Bosco, y exhortar a vivirlos con valentía.
Italia, Europa y el mundo han
cambiado mucho en estos dos siglos, pero el alma de los jóvenes no: también hoy
los muchachos y las chicas están abiertos a la vida y al encuentro con Dios y
con los demás, pero hay tantos con riesgo de desánimo, de anemia espiritual y
de marginación.
Don Bosco nos enseña, ante todo, a
no quedarnos mirando, sino a ponernos en primera línea, para ofrecer a los
jóvenes una experiencia educativa integral que, sólidamente basada sobre la
dimensión religiosa, involucre la mente, los afectos, toda la persona,
considerada siempre como creada y amada por Dios. De aquí deriva una pedagogía
genuinamente humana y cristiana, animada por la preocupación preventiva e
inclusiva, especialmente para los jóvenes de los sectores populares y de los
grupos marginales de la sociedad, a los cuales ofrece también la posibilidad de
la instrucción y de aprender un oficio, para ser buenos cristianos y honestos
ciudadanos. Operando para la educación moral, civil, cultural de los jóvenes,
Don Bosco ha obrado para el bien de las personas y de la sociedad civil, según
un proyecto de hombre que conjuga alegría – estudio – oración, y también
trabajo – religión – virtud. De tal camino forma parte integrante la maduración
vocacional, a fin de que cada uno asuma en la Iglesia la forma concreta de vida
a la cual el Señor lo llama. Esta amplia y exigente visión educativa, que Don
Bosco ha concentrado en el lema “Da mihi animas”, ha realizado lo que
hoy expresamos con la fórmula «educar evangelizando y evangelizar educando»
(Congregación para el Clero, Directorio general para la catequesis [15
agosto 1997], n. 147).
Un rasgo característico de la
pedagogía de Don Bosco es la «amorevolezza», la amabilidad, a entenderse como amor manifestado y percibido, en el cual se revelan
la simpatía, el afecto, la comprensión y la participación en la vida del otro.
Él afirma que en el ámbito de la experiencia educativa no basta amar, sino que
es necesario que el amor del educador se exprese mediante gestos concretos y
eficaces. Gracias a tal amabilidad tantos niños y adolescentes en los ambientes
salesianos han experimentado una intensa y sana afectividad, muy preciosa para
la formación de la personalidad y para el camino de la vida.
En este cuadro de referencia se
colocan otros rasgos distintivos de la praxis educativa de Don Bosco:
ambiente de familia; presencia del educador como padre, maestro y amigo del
joven, expresado por un término clásico de la pedagogía salesiana: la
asistencia; clima de alegría y de fiesta; amplio espacio dado al canto, a la
música y al teatro; importancia del juego, del patio de recreación, de los
paseos y del deporte.
Podemos resumir así los aspectos
salientes de su figura: él vivió la entrega total de sí a Dios como un impulso
para la salvación de las almas y vivió la fidelidad a Dios y a los jóvenes en
un mismo acto de amor. Estas actitudes lo han llevado a “salir” y a concretar
decisiones valientes: la elección de dedicarse a los jóvenes pobres, con la
intención de realizar un vasto movimiento de pobres para los pobres, y la
elección de ampliar tal servicio más allá de las fronteras de lengua, raza,
cultura y religión, gracias a un incansable impulso misionero. Él concretó este
proyecto con estilo acogedor, alegre y de simpatía, en el encuentro personal y
en el acompañamiento de cada uno.
Él supo suscitar la colaboración de
santa María Dominga Mazzarello y la cooperación de los laicos, generando la
Familia Salesiana que, como gran árbol, ha recibido y desarrollado su herencia.
En síntesis, Don Bosco vivió una
gran pasión por la salvación de la juventud, manifestándose testimonio creíble
de Jesucristo y anunciador genial de su Evangelio, en comunión profunda con la
Iglesia, en particular con el Papa. Vivió en continua oración y unión con Dios,
con una devoción fuerte y tierna a la Virgen, por él invocada como Inmaculada y
Auxiliadora de los cristianos, con el beneficio de experiencias místicas y del
don de milagros para sus jóvenes.
También hoy la Familia Salesiana
se abre hacia nuevas fronteras educativas y misioneras, recorriendo las
sendas de los nuevos medios de comunicación social y las de la educación
intercultural junto a pueblos de religiones diversas, o de Países en vías de
desarrollo, o de lugares signados por la inmigración. Los desafíos de la ciudad
de Turín del siglo XIX han asumido dimensiones globales: idolatría del dinero,
desigualdad que genera violencia, colonización ideológica y retos culturales
legados a los contextos urbanos. Algunos aspectos involucran más directamente
al mundo juvenil, como la difusión de internet, y, por lo tanto, os interpela,
hijos e hijas de Don Bosco, que sois llamados a trabajar considerando, junto a
las heridas, también los recursos que el Espíritu Santo suscita en situaciones
de crisis.
Como Familia Salesiana estáis
llamados a reavivar la creatividad carismática dentro y más allá de
vuestras instituciones educativas, poniéndoos con dedicación apostólica sobre
los senderos de los jóvenes, particularmente de aquellos de las periferias.
«La pastoral juvenil, tal como
estábamos acostumbrados a desarrollarla, ha sufrido el embate de los cambios
sociales. Los jóvenes, en las estructuras habituales, no suelen encontrar
respuestas a sus inquietudes, necesidades, problemáticas y heridas. A los
adultos nos cuesta escucharlos con paciencia, comprender sus inquietudes o sus
reclamos, y aprender a hablarles en el lenguaje que ellos comprenden» (Exhort.
ap. Evangelii gaudium, 105). Hagamos de tal manera, como educadores y
como comunidad, que podamos acompañarlos en su camino, de modo que se sientan
felices de llevar a Jesús en cada calle, en cada plaza, en todos los rincones
de la tierra (cfr. ibid., 106).
Don Bosco os ayude a no defraudar
las aspiraciones profundas de los jóvenes: la necesidad de vida, apertura,
alegría, libertad, futuro; el deseo de colaborar en la construcción de un mundo
más justo y fraterno, en el desarrollo para todos los pueblos, en la tutela de
la naturaleza y de los ambientes de vida. Con su ejemplo, los ayudaréis a
experimentar que solo en la vida de gracia, es decir, en la amistad con Cristo,
se cumplen en pleno los ideales más auténticos. Tendréis la alegría de
acompañarlos en la búsqueda de síntesis entre fe, cultura y vida, en los
momentos en que se toman las decisiones difíciles, cuando se busca interpretar
una realidad compleja.
Señalo en particular dos tareas
que nos llegan hoy del discernimiento sobre la realidad juvenil: la primera es
la de educar según la antropología cristiana en el lenguaje de los nuevos
medios de comunicación y de las redes sociales, que plasma en profundidad
los códigos culturales de los jóvenes, y por lo tanto, la visión de la realidad
humana y religiosa; la segunda es promover formas de voluntariado social,
no resignándose a las ideologías que anteponen el mercado y la producción a la
dignidad de la persona y al valor del trabajo.
Ser educadores que evangelizan es un
don de naturaleza y de gracia, pero es también fruto de formación, estudio,
reflexión, oración y ascesis. Don Bosco decía a los jóvenes: «Yo por
vosotros estudio, por vosotros trabajo, por vosotros vivo, por vosotros estoy
dispuesto incluso a dar mi vida» (Constituciones Salesianas, art. 14).
Hoy, más que nunca, de frente a lo
que el Papa Benedicto XVI muchas veces ha señalado como «emergencia educativa»
(cfr. Lettera alla diocesi e alla città di Roma sul compito urgente
dell'educazione, 21 de enero de 2008), invito a la Familia Salesiana a
favorecer una eficaz alianza educativa entre las diversas agencias religiosas y
laicas para caminar, con la diversidad de los carismas, en favor de la juventud
de los diversos continentes. En particular recuerdo la inderogable necesidad de
implicar a las familias de los jóvenes. No puede haber, de hecho, una eficacia
pastoral juvenil sin una válida pastoral familiar.
El salesiano es un educador que, en
la multiplicidad de las relaciones y de los empeños, hace resonar siempre el
primer anuncio, la bella noticia que directamente o indirectamente no puede
faltar jamás: «Jesucristo te ama, dio su vida para salvarte, y ahora está vivo
a tu lado cada día, para iluminarte, para fortalecerte, para liberarte»
(Exhort. ap. Evangelii gaudium, 164). Ser discípulos fieles a Don Bosco
requiere renovar la opción catequística que fue su empeño permanente, a
ser comprendida en la misión de una nueva evangelización (crf. Ibid.,
160-175). Esta catequesis evangelizadora merece el primer lugar en las
instituciones salesianas, y debe ser realizada con competencia teológica y
pedagógica y con un testimonio transparente del educador. Se necesita un camino
que comprenda la escucha de la Palabra de Dios, la frecuencia a los Sacramentos,
en particular la Confesión y la Eucaristía, y la relación filial con la Virgen
María.
Queridos hermanos y hermanas
salesianos, Don Bosco testimonia que el cristianismo es fuente de felicidad,
porque es el Evangelio del amor. Es de esta fuente que, también en la práctica
educativa salesiana, la alegría y la fiesta encuentran consistencia y
continuidad. «Llegamos a ser plenamente humanos cuando somos más que humanos,
cuando le permitimos a Dios que nos lleve más allá de nosotros mismos para alcanzar
nuestro ser más verdadero. Allí está el manantial de la acción evangelizadora»
(Exhort. ap. Evangelii gaudium, 8).
Las expectativas de la Iglesia
respecto al cuidado de la juventud son grandes; grande es pues el carisma que
el Espíritu Santo ha donado a san Juan Bosco, carisma llevado adelante por la
Familia Salesiana con dedicación apasionada por la juventud en todos los
continentes y con el florecimiento de numerosas vocaciones para la vida
sacerdotal, religiosa y laical. Por lo tanto quiero expresaros un aliento
cordial a fin de asumir el legado de vuestro fundador y padre con la
radicalidad evangélica que ha sido suya en el pensar, hablar y obrar, con la
competencia adecuada y con generoso espíritu de servicio, como Don Bosco,
con los jóvenes y para los jóvenes.
Vaticano, 24 de junio
de 2015
Solemnidad del
nacimiento de San Juan Bautista.